Soy un buen Ulises, sentencio mi amor por las Sirenas. Admiro su poesía, su entonación, su poder de convencimiento. Quizás más sus curvas, sus senos escamosos, sus axilas de encanto.
No me ataron bien los tripulantes. Me arranqué las sogas y escuché sudoroso. Ya en la borda estuve dispuesto a tirarme un clavado hasta que vi los dientes de una de ellas. Todos eran caninos. Yo también los tengo, pensé, pero no tantos. Aunque no es nada que un buen tratamiento estomatológico no pueda enmendar, decidí seguir hacia Ítaca.
La espera no es hacia una vieja "tramposa" que teje, ni al hijo que no crié, es solamente hastío de la tempestad marítima. Quiero tormenta en la tierra, quiero una sirena con brackets, dispuesta a quitarse las mallas verduscas deliberadamente, que me invite a nadar de vez en cuando.
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