domingo, 22 de febrero de 2009

Debe ser que es febrero


Llevaba quince días trabajando en la pizzería, mi primer trabajo. La primera semana había sido eterna, en la que me he metido, tengo que lavar cómo cincuenta mil fuentes además baldear el piso, pero no te olvides que primero barres todo, ya Cristian, ya entendí, por hoy te voy a ayudar un poco pero esto lo hace sólo una persona cada día, ay de mi, ya voy veinte fuentes limpiecitas ahora me faltan cuarenta mil novecientas ochenta, que hasta ganas de llorar de impotencia tuve, ahorita mismo renuncio, pero que van a decir después de mi, se hablaría del mariconcito que duró menos de una semana, que no aguantó la presión, también con ese cuerpito que tenía, con su alma ya tenía bastante, por eso no puedo tirar la toalla, tengo que seguir nomás, al mes vuelvo a pensar en la retirada, aunque igual, dirían del maricón que no soportó los martes 2x1, en cualquier caso, preferible maricón que mariconcito. Nunca me habría imaginado que sería tan duro esto, no me cago en plata pero tampoco me urge el dinero, ni siquiera mi viejo comenzó tan joven y el tenía mucho menos de lo que tengo yo, en fin, caballero nomás, me trago mi orgullo en este momento con este sorbo de Pepsi, ¡que, por lo menos un vasito de gaseosa me han invitado, carajo!

La siguiente semana ya era más diestro en las artes del lavado y enjuagado de piso, hasta ya sabía cortar de manera aceptable las pizzas, pero eso sí, Cristian ayúdame los martes que hay muchos pedidos y el horno estos días se acelera, ya voy, ya voy, tienes que cortar mas rápido pues, y me dio ganas de decirle que había una pequeña diferencia entre él y yo, simplemente que tu tienes quince años trabajando aquí y yo con las justas quince horas, minúscula desigualdad. Algunas de las meseras que buenas son, no sabían ni mi nombre y me ayudaban en lo que podían, y yo al costado del horno muriéndome de calor en pleno verano, ellas serenas, frescas, con una alegría inalterable por el hecho de atender al público, me pedían que les corte esa de aquí, esa que va a salir ahorita por favor, que el señor la está esperando hace rato, y a la lasaña échale el queso parmesano por favor, yo escuchaba, hacía y sobre todo sudaba y me deshidrataba cada minuto más. Había una que destacaba entre las demás, ella trabajaba todos los días y justo en mis horarios, tenía buena figura, bonita de cara, dejaba chiquitas a las demás en lo que respecta a belleza y bien que todos los trabajadores del local quedaban turulatos cada vez que cruzaba por los húmedos pasadizos de la pizzería (eso porque no había terminado de secar los pisos todavía je, je). Un día yo estaba en el área de corte y se acerco ella con su soberbia característica, con ese exceso de confianza que le daban sus atributos…

- Oye, esos canelones son para mi mesa, ¿puedes sacarlos, rápido? – con una sonrisa provocadora, digna de la chica mala de la película y obviamente falsísima.
- Sí. Pero un ratito, estoy ocupado y hay dos pedidos antes que el tuyo.
- Ya pero, pero al toque porfa – pensando seguramente, chibolo de eme, ¿más lento no puedes ir?

Y la verdad no podía, tenía que hacer bien mi trabajo, nada de que cómo tienes buen culo te voy a dar preferencia, ella se llamaba Masha nosecuantos no era Carmen Electra, y aún así haya sido la ex Baywatch no hubiera cedido para nada, yo seguía órdenes de mi entrenador, el zambo Cristian, y de nadie más. Nunca me reduje ante su retórica y su voz, con la que parecía que se iba despojando de todas sus ropas con cada palabra que pronunciaba, yo seguí metiendo la pizza en una caja para delivery, -y acuérdate de las dos bolsitas de orégano y dos de ají, ya Cristian, y no te olvides del soporte para que no se aplaste- cuando esta fulana cogió la pinza de mi mesa de labor e inmediatamente sacó su plato, le roció el polvito mágico para pastas, me sonrió de oreja a oreja manteniendo sus ojos demoníacos y se largó, me cagó esta hija de su madre, me sentí derrotado, y por un cuerpo sin cerebro, bien formado y proporcionado pero nada de neuronas, que inmoral para robarme mi arma cuando menos lo esperaba, fue una contienda injusta pero en la que nunca hubo árbitro, así que pásenme otra Pepsi para tragarme más sentimientos.

Hasta el momento era un día malo, bueno ya no me duele tanto la espalda, por lo menos, es una vaina agacharse a cada rato para dejar hecho todo un anís, vamos Carlitos, límpiame la mesa y con eso ya acabas, ya Cristian, en realidad ya debería de haber salido hace veinte minutos pero creo que es normal eso de quedarse un rato más. Estuve remojando el trapo con un líquido desinfectante, lo exprimí, y acto seguido, me dirigí a la mesa de Cristian, comencé a limpiar. Estas mejorando Carlos, ta muy bien eso, ah gracias je, je. Y así conociendo un poco más a mi preparador y riendo un poco con él, justo en mitad de una carcajada se aproximó a los dos una chica que hasta ahora no había visto ni en pelea de perros. Ajá Mashita, te llegó competencia, claro que esta muchacha era menor por unos años, tendría mi edad, por lo menos hasta ese momento porque cuando se uniformó como que aparentaba unos veintiuno y con unos mesecitos más tal vez, pero bien bonito le quedaba ese pantaloncito negro y esa corbatita con dibujos de vegetales, con esa meserita si vengo más seguido a esta tienda, y que sólo me atienda ella. Hola, le besó el cachete moreno a Cristian, y yo que siempre espero y no me toca nada, esta vez me tocó, hola, hola, algo bueno tenía que suceder en esas cuatro horas, aunque me quedó chico ese besito, uno en la otra mejilla pues, pero trabajas otras cuatro horas, no Cristian, ya me iba, ya me voy. Estaba saliendo, ya cambiado, y más o menos limpio, volteé a ver si estaba ahí la chica, y sí, estaba volteada, con su cabello negro amarrado, sonriendo como hace un rato, sirviendo no sé que cosa, y justo empieza a sonar un reggaeton en la radio, y esa radio será pequeña pero como hizo mover a la niña, embobado me quedé con tanto movimiento de cadera, mejor voy a firmar porque creo que estoy estorbando el paso. Comencé a llenar la tarjeta, y vaya con la sorpresa que me di cuando miré el horario semanal, el sábado que caía catorce me tocaba cerrar, ¡catorce de febrero! Otro san Valentín sin novedad pensé, no tenía planes hasta ese momento aún, pero algo tenía que salir con mis amigos, ir a una disco, o hasta quizás, una idea muy remota, salir con una chica que apenas conocía, quién sabe, podía ser que acepte. Y así pensando en eso de mi primer catorce en una pizzería no me despedí de mis colegas. Me fui, cargando mi mochila inflada por esas botas que me he comprado para no resbalarme, ya ni arrepentirme puedo, sería poco ético salirme del barco ahora, ni una lancha me darían para regresar, sólo me queda esperar a que las aguas se calmen y esperar también, muy sinceramente, que siga superándome en mi tarea de marinero. Ojalá que le hayan fregado su catorce también a la meserita esta de las caderas oscilantes, la que regala besos así, sin conocerte, ojalá pues, más que nada por un tema anímico, porque si ella está atendiendo, ahí si que me apuro, pídeme lo que quieras, pero, ¿y esos pedidos antes que el mío? No importan esos, tú dime que quieres que saque nomás…

Llegué cinco minutos antes de mi turno para poder cambiarme tranquilo, el salón estaba repleto, rebosaba de gente, debe ser que es febrero y catorce, sí, debe ser eso porque gran parte de los clientes están de a pares. Entré por la cocina, salude con holas a los que me cruzaban, subí al segundo piso donde está el bañito de hombres, ya ni entro, acá afuera nomás me cambio, a las justas entro en ese cubículo, además no pasa nadie por aquí. Bajé listo. Esos escalones me habían hecho transpirar y encima ahí estaba la chiquita que regala besos, que estaba mas alegre que nunca y saltaba de aquí para allá, por tanto salto y reggaeton, que súbele el volumen, que esa canción me gusta, y ya no saltes más que me acaloras peor. Por su exaltación no la saludé como se debe, como a ella le gusta, y como a mi más. Empecé la jornada cortando, poniendo en su caja los pedidos para llevar, y sirviendo en plato o en bandeja lo que era para comer ahí mismo, y vienen todas las meseras menos la mía, bueno la que yo quiero que venga, ay ¿no digo que nunca me toca?

Esta pizza familiar es para… Miré la comanda, busqué al encargado de ese pedido, MESERA: KARINA. Y esta quién será, si nadie se acuerda de mi nombre yo tampoco. Uy, esta es para mi, me dijo una voz que ya había escuchado alguna vez, giré mi cabeza rápidamente y sonreí por inercia, ni siquiera sabía de quien se trataba pero siempre hay que ser amable, y qué precisa fue esa sonrisa, así sin querer me salió la mejor que tengo, y para quien la estaba guardando justo, ¿tú eres Karina? Me salió un gallo, así es, y esta me la llevo, ¿y, tú? Carlos, ah ya, ya vuelvo, y cuando quieras y si no estoy trabajando a esa hora me llamas y a tu disposición día y sobre todo noche, y si no tienes con quien salir igual, pensé, seguía sonriente. Esta es grande, en ocho, esta es súper familiar, en doce, esta para llevar y esta para Karinita, que tiene unos ojazos color café, el otro día no la había visto bien, pero hoy sí, frente a frente, y tiene un lunar que la hace mas coqueta todavía, y ahí viene, ¿y, hace cuánto que chambeas acá? Dos meses, ¿y en qué universidad estás? Oye Carlos, ya deja de hablar tanto y anda a lavar, hoy te toca, increíble la manera de interrumpir de mi mulato maestro, por lo menos la hubieras dejado responder, ya me voy a seguir con lo mío, ya muy bien, yo también, oye pero no te olvides que ahora saliendo de acá van a hacer una reunión, en la casa de Paloma, ¿ah, sí? Ya pues bacán. No sé cómo voy a hacer ahora, no tengo plata, diré que soy abstemio, que estoy tomando pastillas, una mentira piadosa, además mejor converso tranquilo con la meserita más linda de aquí, que no creo que tome mucho, no, esta niña de pisco sour, no pasa, como dice Casaretto. Me desconozco aquí en el lavadero siendo tan rápido, que me alcancen más fuentes, cuchillos, pinzas, todo lo que esté sucio, con esta velocidad acabo ahorita y así lo hice, me faltaron algunas bandejas en verdad pero me dijeron que ya se había acabado mi turno así que no protesté y me fui volando a cambiar, es gracioso eso que cuando estás con más ganas de hacer algo te privan de tu libertad y al revés. Ay este bañito, me arranqué el uniforme pues lo tenía adherido al cuerpo, será por el calor, o será que me creí demasiado esas charlas que me dieron los primeros días de que todos somos un equipo, una familia, que este es tu segundo hogar, y este uniforme ahora es parte de ti, y ya lo tenía de piel. Me enjuagué la cara varias veces, me mojé el pelo, intenté peinarme, me mire al espejo, sólo me faltó la colonia pero lo bueno es que mi transpiración nunca ha desprendido hedor y espero que siga siendo así hasta el final de mis días. Bajé listo otra vez, caminé erecto, sacando pecho, cargando la mochila inflada, que cómo me jode la columna. En la puerta me encontré con un amigo, un nuevo recluta al igual que yo, y me recordó lo de la reunión saliendo de aquí, que no fue tanto recuerdo porque nunca se me olvidó, ni loco. Claro que voy pues Rodrigo, es más, te espero, porque no sé quienes van a ir, ya pues, me voy a apurar entonces, OK, estoy afuera cualquier cosa. Salí por la puerta que da a la cochera, me senté en la vereda que aún pertenece al local y saqué un cigarro, y una pitada y otra, y creo que contagié con tanto humo a las chicas que estaban a mi lado, porque ya parecía competencia, el suelo se convirtió en una orgía de colillas, y eso para que entiendas chibolo que nadie me gana fumando, entre las dos me habrán goleado quince colillas a cinco más o menos. Ya estaba aburrido de participar en disputas tontas, así que mire la puerta fijamente, viendo quien salía y quien entraba, y al fin, salió el premio mayor, salió con sandalias y con una falda de jean, un polito apretado sin mangas, estaba meloncita y le ardía todo el cuerpo, es que ayer me fui a la playa y no me eché bloqueador ja, ja, sólo le faltaba el moño y me la llevaba a mi casa. Se sentó cerca Karinita, a dos metros de donde yo estaba, se puso a hablar con sus amigas, las que fueron mis rivales en el enfrentamiento puchero. Por ratos coincidíamos en mirarnos, y sonrisas y volteo de nuevo. Y ya pues, ¿a quién le toca preguntar una tontería, a ti o a mí? Es sólo para comenzar una amena conversación, hablábamos telepáticamente. ¿Y dónde vive Paloma? Por acá nomás, ya he ido una vez. Ah OK, y ¿dónde me dijiste que estudiabas?... Y salió Rodrigo, este huevón se sienta en medio de los dos todavía, qué conchudo, ni pide permiso. Ahí estás oye, peor que mujer para cambiarte. Sí, sorry, pero ya vamos pues, ya van a ser las tres, no hay tiempo que perder. Y yo seguía preocupado por mi problema monetario, con las justas me alcanza para mi taxi de regreso, yo creo que vamos caminando a la reunión, si está cerca, porque eso de hacer chanchita nunca me ha gustado y mucho menos hoy, por último me hago el dormido, cómo si alguien se la fuera a creer.

¿Y hasta qué hora te quedas? Ja, ja. No sé, hasta las ocho será, siempre es así los fines de semana, ¿tú? No he pedido permiso, supongo que un par de horas nada más. Ja, ja. ¡Asu, que bad! Entonces, salud, salud pues, y estudio en la PUCP, ah ya, ¿qué carrera?.. Y los parlantes a toda potencia hicieron que muchos, varones, féminas y término medio, porque también hay de esos en el trabajo, se desinhibieran, mira cómo salta ese loco, ahorita se mata, ja, ja, creo que de todos los que estamos aquí él es el mas viejo y también el más inmaduro, desde que lo conozco es así, pero es un buen tipo, cuando está sobrio claro, je, je, y se nos acercó una mujer toda desgreñada, ¡Kary, te he eshtado buscando, vamos con laash chicas un rato! Y yo simulé una risita, anda nomás, ya hablamos después, ya muy bien, espero que cumplas tu palabra, ja, ja, si tú ya sabes que yo estoy disponible para ti hoy, mañana, y aquí y allá y acullá, así que cree en mi palabra, que si es por ti que he venido a este antro, me dije a mi mismo. Y qué más, iré con Rodrigo pues, ahí estaba él, parado con su trago en mano, era parte de un círculo, eran ocho en total, o sea que si fuera una pizza, sería una grande, en ocho pedazos, ¿y el orégano y el ají, Cristian? En el almacén pues Carlín, ¿y es para llevar, o para comer acá? ¡Ay, qué me han dado para tomar! Me cacheteé despacio un par de veces y me arrimé a la multitud, ahora éramos una pizza deforme gracias a mí, y me acoplé pero nunca llegué a entender de qué hablaban, porque dos comentaban que el fútbol, clásica plática, que la selección, que el “loco” Vargas, salud, shalud, el país y el gobierno y su economía, qué estamos celebrando el día de la amistad así que no vengas con huevadas, además en mi Bocón no dice nada de economía, y sí vale sus cincuenta céntimos, bien pagados, ay las malcriadas, je, je, yo creo que nunca la voy a dejar, ja, ja, shalud, shalud, ¡hip! Me aburrí. Rodrigo estaba igual o peor que los otros, era dialogar con un reproductor de gruñidos, cogí un vaso limpio y me serví una gaseosa, me senté en uno de los sillones, solo, observé todo lo que pasaba en esa madrugada de quince de febrero, entendí hasta donde puede llegar la estupidez humana, vi exceso de amor, que hay hoteles disponibles las veinticuatro horas caramba, yo así estoy bien, nada más de trago por hoy, es más, me voy yendo porque estoy muerto de cansancio, más bien, sin hacer mucho ruido porque hasta ahora no me piden que apoye para el trago, caminé sigilosamente, yo sólo me quiero despedir de Karinita, que muchas gracias por invitarme y siempre que quieras yo… Ya me voy chicas, cuídense, chau Kary, gracias, ya nos vemos, oye, je, je, le pellizqué dulcemente su brazo melón por el problema del bloqueador, y como que volvió en sí y me sonrío, aunque seguía con los ojos cerrados. Oye tu vives cerca, ¿no? Llévala a su casa pues, ella siempre se va con Lore, pero justo hoy no ha podido venir, me dijo una pequeñita que recién la veía en toda mi vida, ya ni siquiera le pregunté si era normal que mi Karinita con esa cara de niña de su casa y de pisco sour no pasa, termine en ese estado. Sí claro, no tengo problema, Karina, ¿vamos? Evocaron al instante todos esos juramentos hacia ella, los que le había hecho en secreto, así que no me queda más que cumplir mi promesa. La ayudamos a pararse entre varios, una de ellas era la culpable de su borrachera, que luego caminó zigzagueante hacia donde estaba yo y me dijo bien clarito, oye chibolo, la cuidas bien, la dejash, en la puerta, y esperas a que entre, tendrás carita de buena gente, pero yo sé de esos, ay pobre de ti que te pases de pendejo, Kary esh cómo mi hermana, y yo la quiero, y… Y empezó a llorar, carajo, me vas a resondrar o qué, ay esta chica, segurito que el chico no la llamó, ni la invitó a salir, pero igual no hubieras podido, si trabajas hasta tarde, pero lo que vale es la intención, además yo ni quería embriagarme hoy, ¿no hubiera sido romántico que mi chico me vaya a recoger y me acompañe a mi casita? A la puerta por si acaso, y que espere a que entre, ya tranquila, le di unas palmaditas en la espalda, este febrero está poniendo chiflada a la gente, y todo lo que no le tocó a ella quería que lo disfrute Kary, porque es mi hermanita menor y tanta vaina, gracias, se secó la cara y se despidió de mí, y a Karina un beso en la frente, cuídense, ya nos vemos en estos días.

Salimos los dos entonces, a buscar un transporte, y estaba con la chica que había querido estar, y por sus besos a desconocidos y por su piel tostada, y el lunar. No quería pensar qué era lo que sentía por ella, apenas habíamos hablado pero esas caderitas cómo que convencen, no quería pensar en eso porque en realidad no pensaba nada, porque yo me enamoro a diario y en todo lugar, además estaba ahí mismo con ella y la emoción era mínima, pensaba más en llegar a mi cama y tirarme un clavado así nomás sin sacarme lo que llevaba puesto, me encontraba en una situación inusual simplemente, y había que terminar esta misión en la que yo solito me había metido como todo un caballero. Paré un taxi, sí señor acá cerca, a… Karina, ¿cuál es tu dirección? Se había dormido parada, no me quedó otra que sacar de su cartera su billetera y luego busqué hasta encontrar el DNI, ya vamos, sube Karina, Carlos baja la luna, que no puedo respirar bien, bajé la mía y la suya. Las calles estaban vacías, uno que otro perro ahí por los basureros y hasta uno nos persiguió un buen tramo y ladró tan fuerte que Karinita saltó y se aferró a mi brazo, y cuando comprendió lo que pasó sonrío y dejó caer su cabeza nuevamente, pero esta vez sobre mi hombro, gracias perro. El conductor había puesto a Nino Bravo y más allá del mar habrá un lugar dónde el sol cada mañana brille más… Yo estaba cansadísimo, y mi zombie acompañante, una zombie linda claro, comenzó a recobrar la conciencia, y abría y cerraba sus ojazos, y sonriente me decía, oye gracias, que vergüenza, no te preocupes, es un placer, ja, ja, ay Carlitos, cómo me duele la cabeza, y las tripas están que me suenan, ya había soltado mi brazo pero seguía apoyándose en mi, mirando los postes, uno y otro más, y ahí viene otro, y las luces, una luz amarilla, y esta es blanca, empezó a sobarse los ojos fuertemente, ay Carlitos me estoy sintiendo mal, llévame a mi casa, para allá vamos, espérate un poquito más, ¿qué sientes? Duerme un ratito más, yo te despierto cuando lleguemos, trataré pues. Y no pasaron ni dos minutos, ay Carlitos, ya no puedo más, y la veía con dificultades para respirar, señor cóbrese, hasta aquí nomás, y bajamos corriendo los dos, directo a ese parquecito, y ella llegó antes que yo, se arrodilló en la vereda y se libró de todo el alcohol que había bebido de una manera un poco grotesca, un poco nomás porque hasta para vomitar tenía clase. Cogí su bolso y busqué un pañuelo o algún pañito, le alcancé uno, intenté secarle el rostro pero me lo arranchó y lo hizo sola, vamos a sentarnos a la banca un rato, ella asintió y me siguió, pero no dijo ni pío. Y así nos quedamos, con la mirada perdida, hasta que la empecé a mirar pero sin decirle nada, ya era tarde, los pájaros habían empezado sus cánticos rutinarios, así que voltea, que yo también tengo casa y familia, y así otra vez se encontraron mis ojos con sus ojazos café, y yo sonreía pero ella no, y sonreí más, y ajá, se quiere reír, y así nos fuimos contagiando el uno al otro y terminó en comedia todo, felizmente.

- Ja, ja, ja, ¡ay qué roche lo de hoy!
- Ja, ja, ja. No le pienso contar a nadie.
- Ja, ja. ¡Si lo haces, te mato!
- OK. Je, je. Me has caído bien, somos prácticamente extraños y mira ya todo lo que ha pasado.
- Si pues, y tú eres mas lindo de lo que te imaginé.
- Je, je, ¿y cómo es eso? – pregunté nerviosamente, cómo me habrá imaginado, y dónde, si toma de la manera que toma, hasta dónde llegaran sus pensamientos.
- No, por como se han dado las cosas, no creo que sea el momento indicado.
- ¡Quién sabe! – me arriesgué.

Acercó la palma de su mano a la boca, besó sus dedos más altos y sin dejarme respirar posó esos mismos dedos de sus labios en los míos, y no supe que hacer, nunca me hubiera pasado por la cabeza una reacción si es que no quitaba su mano de mi boca, y así lo hizo, y entonces supe que debí, muy tarde pues, que debí de dibujar un beso en el mismo sitio que ella dibujo el suyo, pero que tonto…
Karina se volteó, poniéndome la nuca, y no podía esperar otra reacción por su parte, mi inexperiencia e inocencia la habían hecho molestarse, tengo que actuar rápido nomás, pensar que con esto cierro el capítulo de hoy, y ya sé, para que me creas al fin Karinita, que estaré dispuesto a ti siempre y todo el rollo de antes. La cogí del mentón muy delicado y la hice doblar hacia mi y si mis labios hace un rato no pudieron con sus dedos, ahí mismo se desahogaron con los de Karinita, y aunque no duró mucho -porque los dos teníamos todavía el recuerdo de esa bajada fugaz del taxi y lo que sucedió luego, que no te preocupes Kary, yo no digo nada, eso espero, ja, ja- fue mi recuerdo mas bonito, en un febrero en que otra vez no esperaba nada, y a pesar de que era quince, fue un beso de catorce, un beso torpe, sin sabor a menta, pero que me hizo transpirar incluso más que sus caderas a compás de reggaeton. No hablamos mucho después, caminamos hasta su casa, y que conste que esperé a que entre, y antes de cerrarme la puerta en la cara se volteó y me abrazó y me besó las dos mejillas ahora sí, y sin trabajar otras cuatro horas. No me dijo nada, y se encerró. Y así fue ese casi catorce, y sin pensar en mucho regresé caminando, porque ahora sí, ni un sol me ha quedado.