...te he dicho "ya es tarde"
y tú sabías que decía "te quiero".
Espero curarme de
ti - Jaime Sabines
La comunicación al
parecer sería irreal, es decir, o, me refiero con esta afirmación, a que con
respecto a las cosas importantes, nunca nos hemos sido sinceros. La
comunicación es un proceso egoísta, en el que cada quién recibe una información
de acuerdo a lo que quiere o necesita oír. Pienso que los idiomas son
infinitos, no sé cuántas lenguas existan al día de hoy, o cuantas estén
consideradas vigentes, pero más allá de esas, hay otras, clandestinas,
innombrables, unas que mutan cada día, que se están transformando ahora mismo.
Estos seudo-idiomas no son una cuestión de moda, han estado desde antes que
naciéramos, hundiéndonos e ilusionándonos. Acaso cuando uno era bebé y
pronunciaba un garabato, ¿en realidad quería su comida? No. Para eso está el
ruido estomacal, sordo.
Si nos guiamos del
elemental proceso de comunicación y sus elementos, el cual estudiamos sin
ningún interés desde la escuela, es en el código donde está el
problema. Puedo decirle a alguien "estoy cansado" y quien me escuche
entenderá "necesita descanso" pero no entiende el mundo en el que
habito, no entiende que le he dicho: estoy harto de verte, quiero irme de este
lugar, me fastidian tus reglas. Y, ¿si nunca dijéramos nada? Tan solo nos
miráramos, sería más fácil descifrar los signos, ¿no? También podríamos sólo
besarnos. Yo empezaría a besar suavemente, apasionadamente, hasta encontrar a
aquellos que nunca quise y les arrancaría los labios y los dientes. Tendría que
tener cuidado pero sería inevitable el momento en que llegue uno y haga lo
mismo conmigo.
Estoy convencido que no nos entendemos casi nunca, pero sin darnos cuenta, un segundo antes aprendimos a ser pacientes y a aceptar que se puede vivir así. Bienaventurados los que han repetido tantas veces en la vida la frase "nadie me entiende", porque ellos están en la verdad. Creo fehacientemente en esos momentos indescifrables en que uno llega a comunicarse por cuestión de segundos, cuando tienes cerca algo o alguien y sin saber el por qué, puedes sonreír como tarado.