El primer encuentro es el más riesgoso. Es como hacer malabares con pelotas de vidrio, al principio muy despacito, por el temor de escuchar crujir los cristales en caso cayeran y explosionaran las bolas como bombas. Se empieza midiendo la fuerza justa para acariciar las esferas pues presionarlas podría significar sangre en las manos y cerca de las venas. Tú amas las bolas, adoras el vidrio así sea un elemento nuevo, desconocido, así tus entrenamientos hayan sido con goma, espuma o plástico, tú quieres malabarear con espontaneidad, riéndote.
El inconveniente real es la temporada circense (generalmente dura dos o tres meses a partir de Julio), el dominio del cristal tiene que ser apresurado. El público - la mayoría - es bastante exigente y sí, se quedarán hasta el final de la gala, y verán al fortachón retirar sus pesas de engaño, se enfurecerán con los leones de trapo al sacarse la cabeza, y odiarán a los payasos queriendo ser graciosos.
Y el malabarista nunca salió. Siente que nunca estará listo pero se ha vuelto osado y no le importa el público estacional, él cree en un público verdadero, que lo verá en semáforos, en las rotondas de cemento, en los parques sin mucha seguridad municipal. El malabarista quiere mucho a la chica de vestido celeste. Pide paciencia para iniciar.
Me gusta cuando escribes porque siento que es uno de los pocos momentos en los que realmente no tengo idea de lo que quieres decir.
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