viernes, 17 de diciembre de 2010

Perro que no ladra


Sebastián Quintanilla había admirado desde chico al can blanco y erguido, de mirada altiva y dientes ávidos de carne. Ese extraño afecto podría deberse quizás a un maltrato efímero que recibió como bienvenida al ser trasladado a otro colegio con nada más que doce abriles, fue como una promesa que se hizo: poseer alguna vez un dogo argentino. Había escuchado por ejemplo, que mataba jabalíes, cual león a una zebra en Discovery Channel, un mordisco preciso en el pescuezo que paralizaría a la presa hasta desangrarla y hacerla cerrar los párpados pausadamente, generando en su última visión una bruma espesa, una mancha marrón o verde pero que definitivamente no sería la silueta de Dios.

Sería tres meses antes de que Elba, su esposa, diera a luz a su primogénito que su inquietud por ese perro asesino renació. Hizo las averiguaciones de costumbre, sobre su alimentación, entrenamiento, y finalmente, se consiguió un cachorro lechoso con un par de lunares. Luego de convivir unos días con la pálida criatura le entró la sensación de arrepentimiento pues 'El Che' se estaba portando muy correctamente. Ni ladraba, ni rasguñaba, ni siquiera se había atrevido a cagar dentro de la casa, era muy decepcionante para una raza que presumía ser de matones despiadados. Antes de que empiece su entrenamiento le contó muy indignado al instructor las reacciones que había percibido del 'Che', le ofreció un poco más del dinero pactado previamente y concluyó la charla con un fuerte apretón de manos, agregando, "quiero que mate".

Leo se iba por los cinco cuando el perro entrenaba dándose porrazos contra la cerca del patio de la casa, ya lo había hecho rutina, por las tardes sin que nadie lo estimule a golpear nada, comenzaba a estrellarse deliberadamente contra unas maderas altas y bien instaladas, pero que no faltaría mucho para que se destrocen. A Leo le asustaba por esas horas, mientras que Sebastián se reía a carcajadas de que sus dos cachorros estuvieran desarrollándose como había esperado. Fue un sábado al regreso de una reunión, a eso de las siete y tanto de la noche, Leo se fue a jugar a su cuarto, Elba a poner agua caliente y Sebastián a sacar pecho al mismo tiempo que acariciaba al forajido argentino. "¿Estás sangrando? Ya te golpeaste, perro bruto", tenía la boca cerrada cubierta de sangre, chorreaba por su cuello, sin embargo no parecía sufrir o estar herido. Le lavó la boca e intentó enjuagársela por dentro de la misma manera, pero 'El Che' se empecinaba en no abrirla. Al no percibir algún riesgo en su mascota, regresó al interior de la casa, justamente cuando se disponía a cerrar la puerta fue que divisó en su alfombra beis un vestigio de sangre, gotas que iban aumentando su tamaño formando una senda sinuosa. Desde su posición notó que la mancha delgada continuaba hasta su habitación y empezó a caminar hasta encontrar el final. Al llegar al umbral de su dormitorio se dio cuenta que la mancha desembocaba a los pies del ropero. Instintivamente, sin preocuparse en lo que pudiera residir su guardarropa en ese momento, lo abrió. Encogido, lloroso y muy asustado estaba un muchacho de mala pinta, seguramente habría entrado bajo los efectos de alguna droga, pero en ese instante estaba con todos sus sentidos aptos, tanto así que al abrirse ambas puertas de madera la luz del cuarto lo cegó y entonces empezó a gemir. Sebastián ante la sorpresa le quedó mirando con recelo, no podría haberlo odiado después de ver que el brazo derecho del chiquillo terminaba en su muñeca ensangrentada, "si estudiabas, ya te cagaste", pensó. No podría haber sentido compasión. Levantó brevemente la mirada, perdiéndose entre alguno de sus sacos y camisas manchadas, pensando en el perro, fue entonces que hasta se le dibujó una pequeña sonrisa. Volvió en sí y retornó la expresión de ceños fruncidos, "lárgate ya, has tenido suerte".

domingo, 21 de noviembre de 2010

Duermevela


- Ya es hora, ¿un cuento o una canción?
- Un beso.
- Los besos sirven para despertar, no para dormir.
- Perdóname, pero... te ves tan tonto sacando siempre las huachaferías de tu repertorio.

En tu mirada yo veo estrellas
y ya se bien lo que quiere decir,
como el mar que viene y nos lleva,
como el cielo azul profundo.

- Que terco. No me gustó, a ver tu cuento.
- ¿Qué quiere la mujer?
- Quiero tener sueño, y para eso te doy la oportunidad de que me relates algo.
- No fue una pregunta Fabi, era el título de la historia.

Entonces Fabi entonó el coro de la canción interrumpida.

Mi princesa, mi amor ya no tiene fin
mi princesa, sólo tú estás en mí.

- Si te la sabes.
- Ay, nunca serás un buen padre - y le dio la espalda.
- Pero a ti...

Hoy te quiero, mañana también
pasado no, el año que viene
creo que, siempre te querré.

Se levantó y apagó las luces.

Muah.

jueves, 6 de mayo de 2010

El whisky de Milagros


Regresé desesperanzado y sólo atiné a decirle:

- ¿Por qué, flaquita? ¿Por qué, tú?

martes, 30 de marzo de 2010

NEGRO


R y E nacieron una tarde o una mañana. No estoy seguro cual salió primero, al parecer son mellizos. La fecha tampoco la puedo confirmar, fue seguramente cuando empecé a parar con W o cuando vi por segunda vez a Flor.

Es verdaderamente difícil aguantarlos, tal vez no me cuidé lo suficiente, pero no es hora de echarle la culpa a nadie, tarde o temprano iban a darse a conocer, era inevitable pues a la mayoría le pasa. Trato de hacer memoria de cómo se volvieron dependientes de mí pero nada, creo que tanto quisieron ser invisibles que ese día lo lograron (y yo los ayudo casi siempre ahora).

Han crecido demasiado, ya no caben en un solo cuerpo, han aprendido a gritar, a quejarse cuando viajamos en transporte público. W no sé como los llama pero él los trata diferente, él usualmente se rinde y deja que dominen sus brazos, empieza a golpear, luego las piernas patean, si está manejando podría chocar. A pesar que somos distintos, estoy pensando en hacer como W. Es complicado ya a cada rato sonreír cuando apuñalan a uno, fingir tener fuerza de más es para quedar mejor pero me deja agotado. A veces también golpéo. Pronto cavaré un hoyo, uno muy profundo, aunque temo que al querer tirar a R y E me jalen hasta el fondo.

sábado, 20 de marzo de 2010

Cabellos cegadores


En un lugar de Lima, cuyo nombre no quiero mencionar, Alvaro y yo decidimos entrar a la discoteca más colorida de nuestras vidas. Mientras ascendíamos por los escalones de madera, nos empezamos a recriminar el uno al otro por lo tontos que habíamos sido al aceptar sin objeciones el parloteo del anfitrión de la puerta. Llegamos al segundo piso y nos sentamos en la tercera mesa. Raudamente divisamos la mesa aledaña a la barra con tres rubias sentadas, tomando unos tragos fosforescentes, riendo y esperando la música en inglés. No había sido tanta mentira después de todo lo del bufón que nos animó a entrar. Comenzamos a fumar y pedimos una jarra de cerveza.

La música vulgar, abundante de dames y tomas, siguió por un buen rato y a las gringas no les quedó más remedio que seguir conversando y por ratos virar la cabeza en busca de un peruano, ni muy apuesto ni muy ordinario, pero decidido. Empezamos a opinar con Alvaro de las chicas, debíamos aprovechar que eran recién las nueve y el local escaseaba de varones. Seguíamos fumando, intentando esa pose de mafiosos italianos, tal vez si hubiera sido un puro y no un pitillo cualquiera las coloradas se hubieran acercado.

Esta salida había sido improvisada, el plan era perder un poco de plata en el casino y luego calabaza, calabaza, pero esta ciudad está en el hoyo y no queda más que hundirnos con ella. Yo estaba vestido como quien va a una pichanga y después que vi a unos tipos darse media vuelta con las gringas (tal vez eran demasiado ordinarios para sus gustos) no quise arriesgarme, mejor dormir tranquilo y no pensar con los ojos en el techo que qué lindo hubiera sido ser brichero. Sin embargo, Alvaro quería de todas maneras demostrarle a alguna de las cabelleras doradas sus pies ligeros. Como eran tres no era inconveniente que él vaya solo, pues le conté brevemente de mis duermevelas. Se secó medio vaso y se estaba levantando, cuando lo retuve. Le dije cuales eran las palabras que debía utilizar para que no haya pierde, "con una voz libidinosa, claro está", le aclaré. Tomó asiento después de mi consejo y empezó a repetir la frase, las últimas repeticiones me las hizo al oído; sin haberme convencido mucho le mentí que estaba listo. Se paró decidido y caminó.

- Do you wanna dance with me? - preguntó Alvaro con una acentuación pésima y una voz cortada.
- Y, soy argentina, pelotudo.

viernes, 5 de febrero de 2010

Nunca fui de este pueblo


Me gusta este verano porque está oscureciendo muy tarde.


I

8.30
Luz. Temer o soñar, pero el pestañeo implica un grito.
Atreverse a no escuchar lo de siempre no es cosa fácil y cargar pesas menos.
Anchar los brazos hasta que termine la ducha y cambiarme, elegir, combinar; todos los polos levantan las mangas pero no se puede repetir.
¡Andrés, apúrate!, ¡Ay, que barbaridad!
Barbaridad son Oh! Diosas a las 10.
El queso, el jamón y el tiempo pueden compaginar.
El café y los dientes no quieren saber nada el uno del otro.

II

10.10
Planes de cansancio. Hoy quiero ese Audi, si cuesta mucho estará bien el Honda, ya, bueno, el Seat, hoy quiero que ese micro frene porque no canto en Adammo y porque es paradero.
Pasahe, pasahe. Medio. Baja óvalo, óvalo, pie derecho.
Pie izquierdo: rodilla golpeada.
Al fin de vuelta, porque yo duermo allá pero vivo aquí; quiero nadar, quiero correr (en el mar), quiero respirar el perfume de las turistas, quiero ver las partidas de ajedrez al aire libre, quiero comer una hamburguesa de McDonald's de 3.90, quiero fumar una shisha en Café Beirut, y tengo que dormir allá.

III

11.05
¿Pasarela?, ¿me caso?, ¿me enamoro?, ya lo hice una vez, ya no quiero.
Muestras, población, media, varianza, distribución normal, moda, ¿moda? Moda, moda, moda.
Break y la música, infaltable, ay Andrelo, ¿por qué no te conocía bien cuando viniste?
Mirarte en el aire es mi mashor problema, partirme en pedazos rotos.
El golpe y ¡BLUP!, shuffle.
Comerciales de Coca-Cola y Nextel antes de retomar la moda, moda, moda, estadística.
Fin, la lista. Los apellidos que suenan bonito, algunos se combinan y te respeto.
Salir y seguir, ¿a dónde? Ir con los amigos, reír, gastar, reír, apostar, subir a un carro sin peste, acelerar, pasar los semáforos; es eso o regresar, a dormir, rebobinar la vida, rebobinar el día, regresar, ¿huyo?